Existen evidencias de ocupación humana de la zona, posiblemente en el cuarto milenio antes de Cristo. Durante el periodo llamado Formativo Temprano (1000 a.C. – 1 d.C.), los agricultores habitantes de la región vivieron en las proximidades de los ríos y las quebradas y enterraron a sus muertos en cementerios cercanos a sus viviendas. Aunque se cultivaban ya muchas plantas domesticadas, la explotación de productos silvestres era aún importante.
Hacia el comienzo de la era Cristiana se registra la presencia de otros vestigios: una cerámica diferente, orfebrería de formas y tecnologías mas complejas y estatuaria monumental. Este período denominado Clásico Regional se extiende hasta el 900 d.C. Para esta época la población había aumentado mucho y existían comunidades concentradas alrededor de centros ceremoniales, en donde se erigían los montículos funerarios que encerraban tumbas monumentales, precedidos por estatuas dedicadas a individuos de gran importancia.